viernes, 13 de diciembre de 2013

Feliz año nuevo.

Ahora que el año termina, y aprovechando "el tirón" de visitantes que me han proporcionado la última historia que colgué antes que esta, creo que es un buen momento para hacer un repaso a lo que ha dado de sí este año, antes de que las televisiones se lancen como locas a ofrecer "las mejores y más impactantes imágenes del dos-mil-trece" y yo quede como un burdo imitador.

Dos-mil-trece llegó en el preciso momento en que terminó dos-mil-doce. En aquellos momentos me planteaba que necesitaba acabar con la flaccidez del órgano más importante para el hombre. El que alberga el centro del placer. El que, en teoría, asegura la supervivencia y continuidad de la especie. Y digo en teoría, porque viendo los especímenes que pasan a diario ante mi presencia, me sorprende que, como especie, estemos superpoblando nuestro planeta hasta dejarlo seco "como el ojo de un tuerto", y no llegue aún el tiempo en que dejemos paso, en lo más alto de la pirámide evolutiva, a los caracoles, especie que en muchos sentidos, nos supera con creces en inteligencia, adaptabilidad y educación.

Por supuesto, durante algunas semanas, la ejercité al cien-por-cien, notando una mejoría en su rendimiento y fiabilidad, cosa que, tanto la que por aquel entonces era mi novia, como yo mismo, agradecimos, ya que estábamos prácticamente en la recta final de los preparativos para nuestra boda. Durante una temporada conseguí una increíble mejoría, y pude gritar orgullos a los cuatro vientos: ¡Ya no la tengo (tan) pequeña!  

A principio de año, como bien decía antes, apuraba mis últimos meses de soltería. Por aquel entonces aún vivía en una habitación, en un piso compartido con mi amiga Carmen, a la cual seguí en mi enésimo cambio de domicilio.
Repasé los más estrambóticos lugares donde me había visto obligado a guarecerme en los últimos tiempos, y que habían puesto a prueba la fortaleza, o debilidad, de mi salud mental, lo que fui relatado con pelos y señales en "Se Alquila Habitación". Hoy, curiosamente, me encuentro en la misma situación que hace ya un año, mientras me pregunto si algún día encontraré un lugar definitivo donde aposentar mi inquieto culo-de-mal-asiento.

Enero fué un mes de remembranza. Chafardeando en las entrañas de mi ordenador, una noche con poco trabajo, entre la enorme cantidad de archivos polvorientos que conservo "por sí acaso", localicé de forma casi accidental, alguna de las soluciones a las intrigas más oscuras de la historia de la humanidad. Fué así como descubrí todas las transcripciones sobre conversaciones que planearon el asesinato de Kennedy, de Lenon, de Laura Palmer y de Petete, al que encontraron aplastado, una mañana de navidad, por un libro "mu gordo".

Encontré algunas de las fórmulas más buscadas por los científicos de todos los tiempos: La fusión fría, la de la gasolina-no-contaminante, la cura para la gripe o, incluso, la receta exacta con la que las abuelas hacen la tortilla de patatas. Y como no, encontré los primeros párrafos de un intento de "novela", siendo amable con dicho escrito, que realicé en mi más tierna adolescencia, y que, por exigencia del Ministerio de Sanidad, Secretaría General de Salud Mental, no estoy autorizado siquiera a fotocopiar, ya que podría causar en el lector: Paranoia, esquizofrenia, transtorno de bipolaridad, desórdenes varios de la personalidad y hemorroides, entre otros. De modo, que mi "Baúl de los Recuerdos" volvío a las profundidades de mis archivos, para no volver a ver la luz, quizá, en varios siglos, hasta que la humanidad esté preparada para soportar tan horrible y espeluznante relato.

Hay que decir que Enero fué el mes más prolífico en cuanto a historias desde que escribo este blog. De una forma o de otra, tuve un subidón de creatividad sin precedentes, consciente de que en pocas semanas mi rítmo de vida iba a cambiar radicalmente, debido a mi inminente matrimonio. Fue precisamente en este mes cuando escribí el best-seller de las historias que hoy repasamos, la que prácticamente un año después sigue siendo insuperable en número de visitantes... "Sexo Gratis" historia que precisamente fué una recopilación de momentos de dos-mil-doce, que no tuvieron suficiente fuerza para convertirse, por sí solos, en una historia del blog, pero que juntos me dieron para publicar una nueva entrada, por un lado, y por otro, demostró la importancia de un buen título, ya que allí de sexo, había poco.

Tan grande fue el derroche de creatividad del que hice gala en enero, que en febrero me había quedado seco de ideas, y no fué hasta marzo que retomé mi rítmo normal, aunque de una forma un poco abrupta, ya que para despedir mi último mes de soltero, a principio de mi turno sufrí un "Atraco a Mano Armada", que desembocó en un síndrome de estrés post-traumático y la repetición de la mayoría de los síntomas del derrame cerebral, que me reseteó el cerebro a principios del año dos mil.

Y como no, a tan solo veintidos días del magno evento, la gran reunión, la cima de todos los preparativos que llevábamos casi un año realizando: nuestra boda. Me puse a ello y ralaté, en no muchas líneas, como "la novia" (ahora ya la "Señora Ojos del Gato") acababa con todas las existencias disponibles de "Valeriana Intravenosa" de las farmacias y parafarmacias de la zona, antes de una boda cuyos fastos, en total, ocuparon cinco días de mi existencia.

Yo, que siempre dije que quería una boda sencilla. Yo, que fui un defensor acérrimo de invitar únicamente a los parientes más cercanos... yo... me la tuve que "tragar" con queso... únicamente daré un dato, a modo de adelanto, para una historia que está por llegar, y que promete dar un merecidísimo "palo" a alguno de los asistentes, cuyo nombre estamparé con saña y mala leche en estas páginas cibernéticas, para que conste.
Ese dato es que la carpeta "Boda" de mi ordenador contiene más de tres mil fotos, y las que faltan. Aún hoy, cuando cierro los ojos, veo el reflejo de los flases en mi pupila.

Abril pasó como una exhalación. Entre la boda y posterior "Luna de Míel", en la que realizamos un periplo, ciertamente inesperado por cuatro países de la Europa central, no escribí ni una sola letra. De modo que tuve que esperar hasta mayo para poder sentarme y escribir. Así, en "Paternidad", donde me acordaba de mi propio progenitor, al tiempo que esbozaba a grandes trazos lo que debiera ser "el manual" que todo recién nacido debiera acompañar en el momento de su alumbramiento.

Mi "primer periodo" de vacaciones del año acababa de terminar. Me había reincorporado al trabajo y andaba muy despistado en las noches, cada vez más cortas, de mayo. Así que en mi inseguridad, a la hora de rondar por la tienda a por un producto u otro, recordé el porqué de mi hábito de llevar el móvil en el bolsillo cuando bajaba al sótano. Así nació "Caídas y Más Caídas", título que, a posteriori, una cadena de televisión casi copiaría descaradamente en su programa "multas y más multas". Sobra decir que mi historia hablaba de caídas y el de la tele, de multas. La diferencia es sutil, pero quizá es necesario decirlo para los lectores menos observadores.

Junio, a efectos de haber escrito aquí, no existe. No recuerdo porqué, pero no escribí ni una sola palabra, de modo que, en julio es cuando aparece la siguiente historia, escrita después de pasar ocho días en una cama del hospital Vall d´Hebrón de Barcelona, donde me recuperé de un gran susto por una "Miopericarditis History" que se me llevó otra de mis siete vidas felinas, y que también motivó que escribiera "Ángeles y Demonios", "Mr. Increíble" y "Superhéroe" historias flojas, flojas, ya que, en casa, sin moverme apenas del sillón era difícil poder hacer un ralato en condiciones.

Cuatro meses después de acudir por primera vez al médico "por una neumonía que no parecía ser tal cosa", (una persona estuvo seis años de medicina para soltar esa perla) mi cardiólogo, un encantador viejito que nada más verme me dijo "estás gordo, adelgaza", recibí el alta y permiso para poder volver a trabajar. Y como si hubiera sido un (mal) sueño, me volví a encontrar en "mi pecera de cristal", atendiendo a un extraño grupo de personajes que parecen no tener casa, y que son capaces de materializarse a cualquier hora de la noche para, tras hacerme el saludo fascista, acercarse a la ventanilla y comprar una "pantera rosa", enseñarme abultadas partes de su anatomía femenina, a modo de pago, o contar sus desvaríos por el "micro" de la caja nocturna, aunque yo no me encuentre delante para oírlos. A esta extraña historia, la llamé "Visitantes de la Noche (II)" y precede al número dos en el "ranking" de historias más visitadas de "Los Ojos del Gato".

Lo cierto es que el éxito de "Mudanza", ha llegado de una forma un poco inesperada, más teniendo en cuenta lo flojitas que me estaban saliendo las entradas anteriores, tras varios meses sin apenas "material" para elaborar estas historias, debido a mi obligatorio reposo.

Aunque, algo me dice que, "Mudanza" no va a ser una entrada única con este nombre. Estoy seguro de que, una vez encontremos lo que buscamos,piso,  habrá un "Mudanza II: La Mudanza" e incluso un "Mudanza III: Me Cago en los Vecinos" como no puede faltar en todo hogar que se precie. Quizá la serie "Mudanza" se pueda convertir en una saga de éxito del estilo "El Señor de los Anillos", si consigo que Peter Jackson se lea este blog, cosa harto improbable, empezando porque creo que él no entiende el castellano.

Y hasta aquí el dos-mil-trece, antes de que se me adelanten, y las cadenas de "Güachap" empiecen a volar de smartphone-en-smartphone, felicitando el dos-mil-catorce, que promete dar de sí.

Felices fiestas, feliz año nuevo y feliz cuesta de enero.








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