domingo, 21 de julio de 2013

miopericarditis history.

Cada vez que tengo la más ligera molestia física, me acuerdo de mi médico de cabecera en octubre del año pasado, diciéndome a la cara, sin apenas pestañear, "empiezas a estar mayor..." ("La edad no perdona"), siendo este un recurso que mi mujer ha hecho suyo en cualquiera de nuestros "piques amistosos".
Nunca he creido que esté mayor, aún no, aunque sí que es cierto que empiezo a ser consciente que mi cuerpo ya no reacciona como el de un chaval de veinte años y que mi nivel de "achaques" pueda estar un par de escalones más arriba que el de gente de mi edad, pero claro... mi vida ha sido intensa en ciertos momentos...

Desde antes de mi reciente boda estaba siendo una época tranquila en cuanto a estado físico. Jugaba mis partidos de tenis, sin forzar demasiado la máquina ya que no quiero arriesgar una lesión, cosa que sería harto inoportuna dada la situación económica. Las secuelas de mi ictus no llegan a "estado de brote". Mejor no nombro las rodillas, no sea que se den por aludidas y la líen... hasta que hace unos días...

De madrugada me encontré con que no podía respirar. Cualquier cambio de posición hacía que la presión que notaba en el tórax aumentara hasta hacerme saltar de dolor, como si tuviera atascada una pelota de tenis a la altura de los bronquios y la única forma en que me podía mantener en la cama era semi-sentado. Tentado de hacer recuento de las pelotas de tenis que tengo por casa, me levanté con mi señora para el "Sohor", el desayuno durante el mes sagrado de Ramadán, antes de la salida del sol.

La media hora que estuve levantado no mejoró en nada las molestias y, tras consultar el reloj, decidí ir a que me echaran un vistazo al centro médico. Benditos recortes. El ambulatorio de mi zona cerrado.
Cada vez más ahogado por "el paseo", con fiebre y cabreado con el desmorone de la sanidad pública, (gracias Sr. Rajoy) me subí al tren, dirección Barcelona, a otro ambulatorio que, por tamaño, debería tener activo el servicio de urgencias. Cerrado. (También gracias a la Consejería de Sanitat de la Generalitat)

Aún empadronado en Cornellá, donde vivía hasta hace unos meses, volví a subirme al cercanías y terminé de cruzar Barcelona hasta un servicio de urgencias que estaba seguro se encontraría abierto.
Tras las perceptivas pruebas, constatar que mi frecuencia cardíaca se encontraba en taquicardia (104 LPM), la fiebre había subido (38,4ºC) y la saturación bajaba (93 SatO2) y una radiografía que no se podía ver debido a un fallo informático, fuí deribado, esta vez a un hospital.

Varias horas después de comenzar con mi peregrinación sanitaria, me dirigía a casa con un diagnóstico de viriasis, una infección vírica que producía síntomas de neumonía, sin tenerla realmente, molesta pero inocua. Tocaba esperar a que mi sistema inmunitario "se pusiera machote" y terminara con el "bicho", para lo cual, según la facultativa de turno, me harían falta de 48 a 72 horas. Llamada a mi jefe y a la cama (nada que ver una cosa con la otra, eh?)

Ya pensaba en coger el alta. A pesar de los dos días malos que había pasado me había encontrado mejor de un minuto a otro. La presión del pecho había desaparecido justo después de un té, aunque todavía tenía fiebre y estaba ligeramente húmedo debido al sudor, sin aparentemente sin motivo.
Dejé que pasara la mañana y a media tarde decidí empezar a activarme y colocar unas cuantas cosas del piso, aún lleno de cajas de la mudanza. Me encontré bien hasta que llegó la noche cuando la presión regresó tan rápido como se había ido. Poco después de su regreso empezé a sentir dolor. Tras la cena el dolor había llegado a una escala "siete-sobre-diez" y radiaba descaradamente hacia el brazo izquierdo, malísima señal, claro indicativo de infarto de miocardio.
 
Haciendo gala de toda la calma a la que fui capaz de echar mano, le dije a mi mujer que me acompañara al médico, tratando de parecer lo más tranquilo posible, y aunque había bromeado con ella sobre si sabía practicar una reanimación cardiopulmonar, no estaba seguro de que pudiera llegar por mi propio píe a urgencias. Apenas si me dío tiempo a sentarme en la sala de espera cuando me encontré en la camilla de consulta, con el enfermero con cara de circunstancia llamando al médico, más pálido él que yo. Daba la impresión de que yo iba a ser la anécdota que contaría sobre su primera urgencia.

Tras "enchufarme" todos los medicamentos que había en la consulta por vía intravenosa y/o de forma oral (por la boca, no leído) colocarme el oxígeno y moviliza una ambulancia medicalizada, empecé a tener menos dolor, y en menos de lo que pude darme cuenta me encontré en el hospital a la espera de más pruebas.
Ya no tenía dolor e incluso "preveía" que en un par de horas estaríamos en casa, pero todas mis previsiones se fueron al traste en un periodo de diez minutos.

Primero llegó un enfermero que me llevó a la "sala de observación intensiva" y me colocó un monitor cardíaco, lo cual consideré más una precaución que otra cosa. Pocos minutos después de conseguir enviar a casa a mi mujer, llegó la "adjunta de cardiología" y tras estudiarse mi historia, pruebas y hacerme una ecografía, se ausentó un par de minutos y regresó franqueada de tres enfermeros y otra doctora. Me miró muy seria y me dijo que me iban a trasladar a la UCI (Unidad de Cuidados Intensivos) dado que el músculo cardíaco se había inflamado junto con el pericardio, la membrana que recubre el corazón, lo que "compromete seriamente el correcto funcionamiento del corazón y existe un grave riesgo de arrítmias o fibrilación, por lo que tendrás que estar con los críticos. Lo que te ha pasado es muy serio."

Se organizó un traslado de urgencia en toda regla, con tres enfermeros de UCI, dos médicos, carro de paradas medicalizado y dos auxiliares, cosa que consideraba un derroche de medios ya que, a pesar del susto, me encontraba bastante bien. No fué hasta que me fueron a meter en la cama, que amagué el cambio, cuando me encontré con varias manos encima evitando que me incorporara, (fué casi un placaje) y con la correspondiente "cara de espanto" de mis cuidadores, lo que me intimidó bastante y me convenció que la cama que me daban no era ninguna exageración.

Cuarenta horas contando pitidos. Cuarenta horas repasando las ventanas que veía desde mi cama.
Cuarenta horas recibiendo "mimos intensivos" cada veinte minutos... Ya me lo había comentado el personal del servicio, "los enfermos del corazón, no tienen sensación de estar mal, por lo que en la UCI se aburren mucho".

Ocho días después de mi ingreso en el hospital de la Vall d´Hebrón, fui dado de alta, pendiente de revisión por parte del cardiólogo de zona, ya que aún tengo inflamación y me encuentro de baja laboral, de 15 días a 1 mes.

Soy consciente de la suerte que tuve de no haber sufrido males mayores, tras escuchar atentamente los comentarios del personal médico durante las pruebas y chafardear los informes provisionales que iban cayendo en mis manos. 
Gracias a la "cortesía profesional" por compartir titulación sanitaria, sé que durante los momentos más críticos, mi corazón estuvo al 49% "FEVI", lo que refleja una insuficiencia del ventrículo izquierdo, y comentarios del estilo: "no, fué andando hasta el centro médico" con cierto tono entre la alarma y el alivio, me indican que debiera hacer una muesca más en mi cinturón por el mano-a-mano que llevo con mi amiga "La Parca", que me va probando cada cierto tiempo. "mis más grandiosas caídas" o Pericarditis cap. 1. son buenos ejemplos de ello.

Lo que debiera hacer ahora, es escribir al médico de cabecera que dijo "estás mayor" y comentarle otra de las cosas que he oído durante mi ingreso que, aunque parezca una tontería, me ha gustado saber: La pericarditis es una "enfermedad de jóvenes".















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